En tiempos en los que la muerte está presente de muchos modos, el Evangelio de este domingo nos regala una clave de esperanza.
En muy pocas frases Juan es capaz de condensar sentimientos, realidades y descripciones que nosotros solo somos capaces de esbozar con esfuerzo y sin demasiado acierto.
Si lo lees seguido parece un galimatías, pero frase a frase te envuelve en sabores vivos que vivifican.
“Vosotros me veréis…” en lo invisible de millones de presencias concretas que nos salen al encuentro en un mundo ya sin fronteras, permeable a la solidaridad o al egoísmo, según queramos vivir y vivirlo.
“…Porque yo sigo viviendo”. Vivimos del aire de lo invisible, de lo impalpable que se puede tocar en el dolor y la alegría de los demás. Y porque Él, el vencedor de la muerte que se deja matar para morir también en nosotros, nos dice que vivimos en Él y por Él.
Uno sabe que no vive por sí mismo (por lo menos así debería ser) y que vivimos por los demás (en esta pandemia lo hemos experimentado). No somos autónomos, somos dependientes, no principalmente por debilidad (también en muchos momentos) sino por confianza. Nos fiamos de los otros que también son portadores del Otro.
De nosotros depende creer, dar el paso hacia el abismo acogedor de quien nos hace vivir. De nosotros depende construir una nueva realidad a partir de ahora, con los otros que también son nosotros. Una sola humanidad con un latido común e invisible, aunque seamos capaces de escucharlo en lo profundo de lo que somos y, sobretodo, queremos ir siendo.
Viviremos.
Amén.