Los números son fríos. Si lo piensas un momento descubres que están hechos por nosotros para ayudarnos, para contabilizar, para ordenar, pero para nosotros.
Por otro lado, este sueño europeo también nació con el deseo de la unión y de preservar los valores humanos que se habían cultivado en el viejo continente durante tantos siglos, con sus luces y sombras, después del período bárbaro de las grandes guerras.
Y hoy descubrimos que los números se rebelan, al servicio de unos pocos, y se empeñan en romper el proyecto común de la esperanza diversa, azul y estrellada.
Es cierto que las ideas de los que lucharon al comienzo se fueron difuminando con el tiempo. Y la tierra de acogida ya se había transformado en la tierra de las fronteras, la tierra de la cultura en la del consumo inútil, la tierra de la tolerancia en la del rechazo al diverso… Pero ahora los números le quieren dar la puntilla, esa puntilla inútil de la Triple A deudora y asoladora.
Los que inventaron el estado de bienestar lo quieren desmontar para llevarnos al estado del sálvese quien pueda, fragmentados y enfrentados.
No podemos permanecer como convidados de piedra, no debemos dejar que los números nos manejen como marionetas. No podemos, no debemos. En lo pequeño nos jugamos la esperanza y lo pequeño es lo cotidiano y lo cotidiano está a nuestro alcance. Los números son nuestros no tienen vida por sí mismos, están a nuestro alcance en lo pequeño-cotidiano-esperanzado