DARNOS CUENTA DE LO POCO QUE SOMOS Y AMAR ESA PEQUEÑEZ

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(María Inez Furtado de Mendonça. Sup. Gral. de las Hijas de Jesús).Urgente es estar cercana a las ‘urgencias’ de la gente. Colaborar a que nuestro modo y estilo de vida sea también alivio en las horas duras y ‘sin salida’ de nuestros contemporáneos. Estar disponibles para encontrar caminos y permanecer en las fronteras. Reaprender a distribuir la energía que tenemos, y que es don de Dios para los demás. En los lugares que nos encontremos –sea cual sea el quehacer–, ser una caricia de Dios, principalmente junto a quienes, con frecuencia, son olvidados. Qué tal si acercamos la vida religiosa a este sueño propio de nuestra vocación: ser ‘lugar’ donde la gente puede llamar a la puerta y encontrar un pequeño aliento de vida; comunidades donde se vive más en favor de los demás que preocupándose de las propias necesidades.

Subrayable es recordar por activa y por pasiva que la vida es Dios, viene de Él y no subsiste fuera de Él. Entre los rasgos evangélicos que sin duda tenemos los que abrazamos la vida religiosa y que caracterizan los proyectos de nuestros fundadores, ¿cuál hemos de subrayar, sí o sí? ¿Qué especificidad es ‘tan nuestra’ que, cuando nos distraemos de ella, perdemos el sabor? Pienso, como el papa Francisco, que es ‘poner a Jesús en medio de su pueblo’. A nosotros nos toca ser especialistas en testimoniar la primacía de Dios y aprender, en cada tiempo y lugar, a comunicarlo de modo inteligible. Subrayémoslo con nuestra manera de ser, manifestando al mundo la bondad de Dios que a todos hace hermanos.

Necesario es caminar en comunión. En este momento, mirando el camino de la vida religiosa –camino que me apasiona–, es indispensable caer en la cuenta de lo ‘poco’ que somos, amar esta pequeñez, reconocerla como gracia, levantar la mirada, percibir que muchos hacen camino y juntarnos a ellos. Caminar como Iglesia comunión parece fácil, sencillo, obvio… pero no nos engañemos: estamos necesitados de esta conciencia, postura y conversión. Que linda la vida religiosa cuando aprende a ser Iglesia, a sentir con ella las alegrías y dolores del mundo para mejor servir; una vida religiosa que mantiene vivo en la Iglesia el reto de ser la comunidad que Jesucristo ha soñado. ¡Qué necesario hoy este modo de hacer camino!