“Querido amigo:
Me preguntaste: ¿Qué he de hacer para encontrar el tesoro de la sabiduría? He aquí mi consejo: No te lances directamente al mar; acude a él por los ríos. Con otras palabras: empieza por lo sencillo, que ya llegará lo complicado.
Te añadiré algo más para tu vida personal. Procura pensar lo que dices. Si puedes evitar las tertulias en las que se habla demasiado, mejor. Que en tu conciencia no haya dobleces. Se constante en la oración. Enamórate del recogimiento, pues en él encontrarás luz para entender.
Que tu trato sea siempre amable. Interiormente no condenes a nadie. Deja a un lado los cotilleos, que solo producen menosprecio y distracción. Infórmate de lo que ocurre en el mundo, pero no seas mundano. Trázate objetivos claros, evitando toda dispersión. Sigue las huellas que han dejado marcadas los mejores.
Archiva en tu memoria todo lo bueno que oigas y veas, venga de donde venga. Esfuérzate por comprender lo que leas. Disipa las dudas que te surjan. Ve llenando tu mente de cosas como quien va llenando un vaso: poco a poco. Calibra tus fuerzas y no pretendas alcanzar lo que rebasa tus posibilidades.
Si haces todo esto, mientras vivas, serás como una cepa cargada de racimos en la viña del Señor. Además, conseguirás lo que te propongas”.
Mi comentario: La carta está llena de pedagogía. Para aprender hay que comenzar por el principio, por las bases, por lo sencillo, para poder ascender a lo complicado. El aprendizaje supone tiempo y esfuerzo; aquí no valen los atajos. Pero el aprendizaje exige una vida serena y sosegada. El ruido, el bullicio, no ayuda al estudio; el silencio es el mejor clima para aprender. Silencio que supone una vida sana y equilibrada.
Más allá del esfuerzo y de una vida recogida, hay dos consejos que conviene resaltar: por una parte, el estudiante debe resolver las dudas que le surjan. Solo así se puede profundizar en las materias. La duda es un momento importante, si es expresión de una inquietud. Pero quedarse en la duda es no avanzar en el conocer. Por eso, el estudiante debe preguntar, exigir que sus profesores resuelvan sus dudas y respondan a sus preguntas. Un profesor que no sabe responder, es un mal profesor.
Por otra parte, sto. Tomás recomienda acoger lo bueno, venga de donde venga. En la Suma de Teología hará suyo este axioma: la verdad, la diga quien la diga, proviene del Espíritu Santo; y añade: incluso aunque la dijera el diablo. Jesús, a aquellos que le acusaban de expulsar demonios por el poder de Satanás, les respondió: deberíais alegraros, porque de lo que se trata es de que aparezca el bien; y si Satanás colabora en esta aparición, significa que Satanás lucha contra sí mismo.
La verdad, el bien, la belleza, venga de donde venga, lo haga quién lo haga y lo diga quién lo diga, es un reflejo de la verdad, el bien y la belleza divina. Nosotros, muchas veces rechazamos sin examinarlo lo que dicen nuestros enemigos y aprobamos, también sin examinarlo, lo que dicen y hacen nuestros amigos. Es una actitud no sólo perezosa, sino insensata. Todo lo que nos ayuda a entender y a conseguir la verdad, es bien venido. Y si viene de nuestros enemigos, debemos estar agradecidos a nuestros enemigos porque nos ayudan a alcanzar la verdad.