CURSO NUEVO… PARA VOLVER A LO DE SIEMPRE

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En septiembre, después de un tiempo en el que muchos han disfrutado de unas merecidas vacaciones, en España comienza un nuevo curso. Lo de “nuevo” es un modo de hablar, porque probablemente para unos y otros, estudiantes y trabajadores, las cosas seguirán funcionando con la rutina de todos los años: mismo calendario, mismos horarios, mismos compañeros, mismos expedientes, mismos clientes. Incluso aquellos que tienen un trabajo que debería ilusionarles porque tiene mucho de “vocacional”, como es el caso de los sacerdotes, también se encuentran con que el nuevo curso repite lo de años anteriores: mismos horarios de Misa y de catequesis, mismas celebraciones, mismas personas que acuden a la Iglesia.

En ocasiones hay alguna novedad, algún acontecimiento importante para celebrar. Pero la verdad es que la rutina es lo habitual en nuestra vida. El cambio de fechas cambia pocas cosas en la vida. Deberíamos acostumbrarnos a llevar la rutina con elegancia. Cada momento puede ser ilusionante si hacemos el trabajo con alegría, con espíritu de servicio, pensando que lo que hacemos redunda, de un modo u otro, en beneficio de los demás. Lo nuevo no son las horas. Lo nuevo es la cara siempre renovada con la que acogemos al hermano.

Hay dos acontecimientos eclesiales que pueden resultar relativamente novedosos en este curso 2017-2018. Uno es el final de las celebraciones con motivo de los 500 años de la Reforma luterana, el próximo 31 de octubre. Llevamos un año conmemorando este acontecimiento. Algunas cosas se han hecho en España. Quizás la más interesante fue el Congreso ecuménico que tuvo lugar en Salamanca el pasado junio. Uno de los frutos de este Congreso, cuyo resultado tendremos ocasión de ver en los próximos meses (probablemente antes de que acabe el año 2017) serán las actas, que se publicarán en “Diálogo Ecuménico”, prestigiosa revista de la Universidad Pontificia de Salamanca.

Otro acontecimiento será el próximo Sínodo de los Obispos sobre “los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. La encuesta preparatoria del Sínodo tenía un plazo que ya ha terminado. No estaría mal aprovechar la ocasión de este Sínodo para plantearnos, en nuestros coloquios “internos” (tanto entre los religiosos como entre el clero secular), algunas preguntas que no se encuentran en la encuesta y que quizás podrían ayudarnos a comprender más a los jóvenes y a mejorar la pastoral vocacional.

Podríamos preguntar a los que se van, a los jóvenes que nos dejan, cuál es el motivo de su salida Podríamos preguntar a los que acuden a nuestros centros vocacionales y luego no entran, cuál es el motivo por el que no entran. A lo mejor encontraríamos algunas respuestas para facilitar la llegada de vocaciones. Sin duda, hay quién nos deja después de habernos visto ilusionados y contentos, porque entiende que su vida debe seguir otros derroteros. Pero hay otros motivos, desgraciadamente.