No somos eternos. Somos seres frágiles y de una existencia limitada ¡Al menos en esta primera etapa! Una verdad fundante que olvidamos cuando estamos en plenitud de facultades, podemos todo y nuestros criterios son los más apreciados. Llegados a este grado no sabemos cuándo dejar de dirigir o mandar… y acabamos siendo el niño en el bautizo, la novia en la boda y el muerto en el entierro.
Jesús se despide porque su tiempo se cumple. ¡El Hijo de Dios no quiere ser imprescindible! Juan nos lo presenta unos días antes de la Pasión de una manera misteriosa: «Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis». Por tres veces les había anunciado su muerte, pero ahora es distinto: dejará de estar en cuerpo mortal y le pedirá al Padre Otro que les defienda. A partir de ese momento, aquellos galileos tendrán que buscar a Dios por ellos mismos y descubrir a Jesús de una manera nueva. Lo que importa es su Presencia, no su Forma: «…el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis». Cuando se acostumbren a verle resucitado, desaparecerá de su vista. Pero aún así, como Buen Pastor, no les dejará solos.
Todo esto me cuestiona mucho. ¡Sí! Porque a Jesús le costó la vida el comenzar el Reino con aquellos discípulos… y a mí no me cuesta más que un dolor de cabeza lo que me traigo entre manos. Además, Jesús dejó paso al Espíritu para continuar la obra. Y yo me afinco en mis logros queriendo recoger de inmediato los frutos de lo trabajado.
El mismo evangelio ofrece un correctivo a toda esta tendencia: «Si me amáis, guardaréis mis mandamientos». Ofrece un condicional -en el presente- para mostrar la importancia de la memoria. A veces, al confesar, me encuentro con personas mayores que se quejan porque sus hijos -que no van a misa- no los acompañan o facilitan que ellos participen en la Eucaristía. Con excusas miles impiden su expresión religiosa. Y dicen quererlos mucho y que son muy importantes.
¿Se ama de verdad a alguien sin valorar lo que para ella es importante? Si en vida no se tiene en cuenta el deseo de una madre, ¿Qué será después? Y eso es lo que ocurría con aquellos galileos que hacen caso omiso de los deseos de Jesús. Los mandamientos de Jesús son propuestas de amor agradecido. Y sólo cuando uno se descubre amado por él asume sus mandatos como algo natural y no como al externo e impuesto. Pero todo eso llega después, cuando Jesús se haya ido, cuando la abuela haya fallecido.
Todos nos sentimos protagonistas de nuestro momento y dueños de nuestros criterios. Hasta que llegue el momento en que otros se sientan más fuertes y nosotros más débiles y nos hagan lo que nosotros hemos hecho con los nuestros.