El camino era el lugar de la relación y de los intercambios. Por esos caminos deambulaban los comerciantes, los emprendedores, los extranjeros, los peregrinos; aquellos que no temían al intercambio ni a la sorpresa.
En ellos encontramos a Jesús anunciando el Reino de Dios y a los caminos envía a los suyos -setenta y dos- con el fin de llegar a todas las ciudades conocidas.
Todos los discípulos regresan contentos porque han cumplido su misión y han tenido éxito. Un éxito que consiste en ir en nombre del Maestro y no en nombre propio: “Estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo”.
Envío e itinerancia. Dos rasgos esenciales que vive María al salir de su casa y encaminarse a Ain Karem. Dos rasgos carismáticos que van a determinar la misión de la Vida Religiosa.
Nuestro sentido y nuestro gozo se fraguan en los caminos. Nuestra significatividad se funda en la marca del Maestro. Nuestros éxitos se fundan en los consejos de Jesús para comprender su objetivo y adquirir su mirada.
En los momentos de verano se producen cambios en las comunidades. Salimos y recomenzamos con las posibilidades abiertas… Lo nuestro no es viajar por viajar sino ponerse en camino.
En estos días en los que se celebra la «responsabilidad en el tráfico» volvamos a los caminos, a esos escenarios que nos conectan con los otros y nos liberan de ataduras.