Sólo después supe que este es el modo habitual de proteger y cuidar el injerto y me dio por pensar que la imagen, que tan simpática me había parecido, podría ser un bonito icono de la “banda sonora” de la cuaresma. Y es que quizá este tiempo fuerte es, precisamente, el momento oportuno para dejar que Dios vaya injertan do en nuestra vida el Evangelio, cómo único recurso para poder dar fruto… y que este sea abundante y permanente (Jn 15,16). No hay injerto que deje el árbol intacto: hay que cortar, abrir, introducir… acciones que pueden doler, pero que sanan en lo profundo (Job 5,18).
No sé si el injerto de mi hermana de comunidad prosperará… pero estoy convencida de que el Señor es mejor jardinero que ella.