Su obsesión, el Reino y el camino, los pobres. En su horizonte siempre los necesitados y la fraternidad. Todo lo que propuso fue creíble porque entregó la vida en ello. Sus palabras eran respaldadas por una vida sincera, honesta y llena de verdad.
Hoy celebramos su fiesta y en el corazón de cada claretiano y claretiana (seglares y religiosos) tienen que estar inscritos a fuego la entrega y la libertad de la misión. Allí donde sea necesaria una palabra de aliento, donde haga falta una mano de ayuda, donde sea necesario mostrar que lo importante de este mundo no son las cosas, sino las personas… Es un lugar privilegiado de misión para nosotros. Por eso a todos los que de alguna manera vibráis, sentís y os dejáis conmover por la Palabra, en este día, muchas felicidades y ¡a seguir!