jueves, 28 marzo, 2024

Sin vida evangélica cunde el escepticismo

Carta al P. Aquilino Bocos, cmf

¡Buen día, hermano!
He leído con gusto tu comentario a la carta que te escribí hace algunas semanas. En ella detectas que la vida religiosa sigue viva gracias al Espíritu. Y lanzas un interrogante muy cuestionador: “¿con qué calidad de vida? Llevas razón, la inmensa mayoría de los institutos cultiva una calidad de vida evangélica; pero también haces notar qué grupos y sectores “se dejan llevar por el desaliento, el afán de seguridad y el descompromiso evangelizador”. ¿ Qué hacer para que no cunda el desinfle?

Cuando falta esa calidad de vida evangélica, la instalación y la comodidad tampoco hacen felices a los religiosos sino más bien escépticos, insatisfechos y tristes. Sencillamente porque una calidad de vida según los criterios de una sociedad aburguesada e insensible al clamor de las víctimas, no responde el proyecto evangélico al que un día con entusiasmo entregaron su existencia. Los religiosos sufrimos también hoy la crisis de sentido que golpea de algún modo a toda nuestra sociedad. Nos falta objetivo que nos apasione, ámbito que nos permita respirar sin agobios, confianza en nuestros empeños inspirados en el amor que no caen ya en el vacío. Pero ¿cómo mantener o recuperar el sentido sin el cual la vida religiosa no merece la pena?
Cuando profesé como dominico prevalecía la comunidad de observancia. Sus estructuras y dinamismo aseguraban de algún modo la fidelidad al proyecto, aunque también tenían el peligro de que los religiosos funcionaran por rieles ya trazados sin madurar en el itinerario de fe personalmente. Pero la situación ha cambiado en la sociedad, en la Iglesia, y en la vida religiosa: las personas deben ser ellas mismas actuando con libertad. Y así la comunidad religiosa de observancia cede paso a la subjetividad y al pluralismo. En consecuencia, si los religiosos no maduramos personalmente en la dimensión teologal o encuentro con el Dios revelado en Jesucristo, nadie ni nada podrá garantizar la calidad evangélica de vida.

E insisto “personalmente”. No esperemos que la institución religiosa o los hermanos/as que les ha tocado servir a la comunidad en cargos de gobierno nos dispense de nuestra responsabilidad a la hora de “re-crear” el proyecto y mantener viva “la caridad primera”. Cada uno y cada una hemos sido puestos en manos de nuestra propia decisión.

Que el Resucitado nos saque de nuestros miedos y anime nuestra esperanza. Con todo afecto.

 

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