Esta noticia ha desanimado a los niños y a los padres que iban al centro de la ciudad para detenerse ante la fachada de la tienda a ver muñecos articulados, escuchar cantos edulcorados e historias forzadas. Y después, la invitación a entrar y comprar; que para eso están.
¿Quién pone ahora la corona de Adviento con entusiasmo? Si ya están las ciudades con las luces encendidas. Mientras, nosotros con el gesto de ir poco a poco, domingo a domingo para llegar a la Natividad del Señor. Hemos perdido el ritmo mientras nos adelantan las loterías, turrones, adornos, villancicos y cenas.
Y eso es cada año. Pero este fatídico 2020 ha corrido mucho más para intentar darnos motivos de alegría y soportar el virus. Y así, desde septiembre, se nos anuncia la Navidad y, desde noviembre, se nos ponen cortapisas. ¡No sé exactamente si no animan o aburren!
De momento, nosotros vamos a poner las velas de Adviento en las iglesias y a encenderlas una a una: Una por los enfermos, otra por los muertos, otra por los niños y otra por los ancianos… Y se nos quedan cortas las velas y las ganas.
Este año la Navidad ha perdido su fuerza mientras Dios sigue naciendo. Un aliciente para montar el pequeño nacimiento en nuestras familias y comunidades, en el centro de la casa, con poco aforo y mucho sentido.
Así este año ha perdido fuerza Cortylandia, no lo permitamos en el Adviento.