jueves, 28 marzo, 2024

MIRADA CON LUPA ABRIL

DSC_0425Nicolás Ayuba: «La persecución ha logrado unir a los cristianos en una misma suerte»

Se llama Nicolás Ayuba, nació en Níger hace 48 años y es misionero redentorista. Hasta ahí, una historia casi normal. Si añadimos que se ha formado en minoría, ha conocido la persecución por la fe y, además, mantiene un compromiso claro por el encuentro y la reconciliación, la historia se hace especial. De padre cristiano y madre musulmana, nos dice con sencillez que es posible la armonía y la paz. Su proceso vocacional cristiano y redentorista es entrañable. Un misterio que ha ido desvelándose y haciéndose.

Ejerce el ministerio en su país, al servicio de sus hermanos, como vicario provincial de unos 340 religiosos. La mayoría muy jóvenes y en contextos de minoría, signo y silencio. Es la misión que apasiona al Señor Jesús: ofrecer, escuchar y acompañar.

¿Cristiano o musulmán? ¿Cuándo y cómo lo decide?

Fui bautizado por un redentorista porque los conocía desde muy pequeño. Mi padre era el cocinero de la comunidad. La primaria también la cursé en el colegio de los redentoristas, y después la secundaria ya en la capital. Antes de entrar en la escuela primaria estuve en la coránica durante 6 años. Y en quinto de primaria mi abuelo dijo que tenía que elegir, porque si seguía así, me iba a convertir en un imán.

Sería difícil la ruptura…

Sí, de hecho, mantuve la armonía familiar algunos años. Por eso, cuando comencé el año escolar de quinto de primaria iba por la mañana al colegio y por la tarde a la escuela coránica y, una vez por semana, a la catequesis.

Hasta que descubre lo que quiere…

Eso es. Hice la confirmación con 20 años, ya sabía lo que hacía. Y preparando la comunión solemne fue cuando la pregunta vocacional comenzó a surgir con mayor fuerza. El catequista me preguntó, después de la primera comunión, qué quería hacer y le dije que quería servir a la Iglesia, él me respondió que había muchas cosas en las que servir y ahí quedó la pregunta, en el aire.

¿Comprenderá que supone un esquema novedoso para quien lo lee desde occidente?

Claro. Ustedes tienen historia, procesos… Le cuento, en la ordenación del primer cura diocesano de Níger, yo me ofrecí a ser monaguillo. En la celebración decidí que mi lugar de servicio a la Iglesia era el del sacerdocio.

Pero enseguida entendí que para mí era importante la comunidad. Quería ser cura, servidor de la Iglesia, pero en comunidad con otros. Así volví a la escuela y pregunté a los redentoristas que había que hacer para ser sacerdote redentorista. Ellos me dejaron unos libros y allí empecé a descubrir todos los valores que tejían su vida. El carisma lo comencé a entender como una vida en común y una espiritualidad concreta. Aquí intuí mi sitio. Viví dos años al lado de los redentoristas y fue mi aspirantado.

¿Fue un empaparse del carisma?

Sí, encontré lo que traía y no sabía expresar: vivir la Buena Noticia con los últimos. Cuando solo era un niño me hice amigo de un “loco” del pueblo. No tenía nada, le tenían que dar todo, pero era mi amigo. El loco tenía la edad de mi padre y decía que yo era su hijo. Siempre disfruté de su compañía e incluso robaba comida en casa para poder dársela. Eso me quedó marcado toda la vida. Siempre tuve esta inclinación hacia los pobres, hacia los más necesitados.

¿Después, supongo, fue dando forma a esa opción?

Claro. Percibí que para ser amigo de los pobres y de los más pequeños hay que tener un bagaje, hay que estar formados y la imagen que tenía era la de San Alfonso. Él tenía muchos títulos pero los puso todos al servicio de los más necesitados. Hay muchos intelectuales en el mundo que se ocupan de los pobres, pero lo hacen desde un sentido verticalista, de arriba abajo. En cambio San Alfonso lo hizo en horizontal, con ellos y desde ellos.

Está en el servicio de gobierno. ¿Qué es más necesario, saber mucho o contar con muchos?

No me avergüenza pedir ayuda en la toma de decisiones. Me hace fuerte en mi opción por ser sencillo y estar al lado de los más necesitados. Ahora sé que no se trata de hacer todo, de saber todo, sino de hacer con otros. Consultando se pueden percibir las distintas luces e intuiciones que tiene cada uno con respecto a un problema concreto y así poder abordarlo con más acierto y un mayor discernimiento.

Seguir leyendo en VR, Abril (2015). suscripciones@vidareligiosa.es

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