viernes, 29 marzo, 2024

Los pobres son tu destino

II DOMINGO DE ADVIENTO

“Pueblo de Sión: Mira al Señor que viene a salvar a los pueblos”. El profeta ilumina con promesas divinas el camino de los pobres. Su palabra, que acompaña desde aquel tiempo la esperanza de Israel, busca hoy acogida en el corazón de la Iglesia peregrina, y se pronuncia de modo único sobre la comunidad reunida para celebrar la Eucaristía.
A Israel, a la Iglesia, a la asamblea eucarística, se le anuncia la venida del Señor: “Mira al Señor que viene”: Mira al esposo que llega, fíjate en la gracia que se te ofrece con la verdad, alégrate por la justicia que viene a ti con la paz… Escucha al mensajero que grita en la noche: “Salid a recibir a Cristo el Señor”.
Si tú, que gozas de Dios y de hermanos en el cuerpo de la Iglesia, si tú esperas, deseas, pides, amas la venida del Señor, imagina cómo lo esperarían si conociesen su palabra los esclavizados de la tierra, cómo lo llamarían si conociesen su justicia los exprimidos por los nuevos faraones, cómo lo buscarían si conociesen su amor los sacrificados por la ambición sobre los altares del poder.
A ti, Iglesia de Cristo, se te invita a hoy a “mirar al Señor que viene”, a velar mientras le esperas, a prepararle el camino mientras velas. Velarás en tus hijos, porque amas al que esperas. No dejes de velar con los esclavos, grita con los sometidos, busca con los humillados, convócalos a todos a tu Adviento, no te quedes fuera de su sufrimiento, y no quedarán ellos fuera de tu celebración.
Para ti y para ellos es la palabra de la revelación: “Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios”; “el Señor viene a salvar a los pueblos”.
En la mesa de la Eucaristía, tú, hija de Sión, Iglesia santa, asamblea sacerdotal, recibes al Señor que viene a salvar, y eres congregada en la unidad por el Espíritu de Dios que viene a santificar y consolar.
En la mesa de la Eucaristía, tu Dios, que te fortalece con el Cuerpo y la Sangre de su Hijo, te alimenta de justicia y de esperanza.
Desde la mesa de la Eucaristía, tu Dios, que te unge con el Espíritu de su Hijo, te envía para que evangelices a los pobres, para que les lleves la justicia y la esperanza que tú has comulgado: Los pobres son tu destino.
Feliz domingo.

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