jueves, 25 abril, 2024

Cuesta de enero

Parece que este año mi personal “cuesta de enero” está siendo algo más empinada. Como el común de los mortales en algún momento del invierno, he acogido algún virus huérfano que se ha instalado en mí sin permiso previo y me tiene sin voz, durmiéndome por las esquinas, enganchada al paracetamol y andando como si fuera un astronauta en la superficie lunar y cada paso me costara un esfuerzo sobrehumano. Sí, ya lo habréis notado: ¡soy una enferma malísima!

Pero esta tontería que apenas me va a durar el fin de semana (como buena “trabajadora autónoma”… estoy convencida de que el lunes estoy “al pie del cañón”) es una medicina sanísima para hacerme “mascar” la fragilidad humana y su limitación. Un remedio estupendo para ponerme en la piel de quienes, por muchos motivos, tienen que aprender a vivir la pérdida de sus propias capacidades y hacer mía la impotencia de quienes de forma permanente (y no pasajera, como yo) no tienen voz en este mundo. Un recurso estupendo para recordarme que ya tenemos un Salvador… y el mundo va a seguir adelante conmigo o sin mí. Estupendo ponerse enferma de vez en cuando ¿verdad?

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