viernes, 29 marzo, 2024

A tiempo

Estamos a tiempo. No es tarde.

Estamos a tiempo. No es tarde para acercarse al hogar y dejarse abrigar. Ahora es tiempo de tomar lo que nos da este Señor, pues quiere amistades, decía Teresa de Jesús. Llegamos a tiempo para la amistad.

Y no es tarde para vivir la hora que sentimos, para cuidar la tierra y hacer de la vida un himno cotidiano que se renueve cada día. Lo afirmaba el poeta Salinas. Así que llegamos a tiempo para cantar.

Estamos a tiempo. No es tarde para proponer cosas posibles. Como declaraba José Saramago, cuando le preguntaron si era partidario de legalizar las drogas y respondió que primero legalizaría el pan, clandestino para gran parte de la humanidad. Llegamos a tiempo para compartir y legalizar la fraternidad.

Y no es tarde para sembrar alegría allá donde estemos. Requiere más coraje la alegría que la pena, proclamaba E. Galeano. Llegamos a tiempo de ser valientes.

Estamos a tiempo. No es tarde para abrir los ojos y ver. Dios no ha creado las fronteras, decía Gandhi. Podemos mirar más allá, echar abajo los límites inventados. Podemos elegir deshacer los muros. Llegamos a tiempo para acoger.

Y no es tarde para encontrarnos, para desvencijar rencillas y reconocer la bondad divina, pero también la imperfecta y próxima. Llegamos a tiempo de agradecer.

A veces, constatamos que llegamos tarde, que no estuvimos a tiempo donde queríamos, que el samaritano que nos habita se retrasa. Reformas tardías, conversiones aplazadas. Alguna vez, lo inmediato desplaza lo importante y el horario descuadra la agenda de la vida, donde Zaqueo apuntó la única tarea importante: alojar al Señor, alojar al que llega.

Pero estamos a tiempo, no es tarde. Mi padre siempre trabaja –decía Jesús– recordando que para su Padre el tiempo son los seres humanos y, con ellos, siempre es posible hacer algo nuevo. Llegamos a tiempo para fichar en su empresa.

Estamos a tiempo, es hora de despertarnos, afirma Pablo. Podemos sacudirnos el sueño que adormece la confianza en el Espíritu. No es tarde, ha llegado la hora, dice Jesús. La hora que introduce en su camino. Llegamos a tiempo para subir a Jerusalén, atravesar Getsemaní y redescubrir la mañana del primer día de la semana.

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